Autenticidad y Coherencia: Una Llamada a Vivir lo que Predicamos – Lucas (11,47-54)

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,47-54):

En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: “Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán”; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!»
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.

La lectura del evangelio según san Lucas nos presenta una crítica directa a aquellos que, a pesar de reconocer la importancia de los profetas, no viven conforme a sus enseñanzas. Es una llamada a la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos, y a la autenticidad en nuestra vida diaria.

En nuestra vida cotidiana, es fácil caer en la trampa de la apariencia. A menudo, nos preocupamos más por cómo nos ven los demás que por ser auténticos y coherentes con nuestros valores y creencias. Construimos “mausoleos” en honor a grandes figuras o ideales, pero no vivimos conforme a lo que ellos representan. Es como si reconociéramos la importancia de la honestidad, pero actuáramos con deshonestidad en nuestra vida diaria.

En el trabajo parroquial y en los movimientos apostólicos, esta lectura nos invita a ser auténticos y coherentes. No basta con participar en actividades o ser parte de un grupo; es esencial vivir conforme a las enseñanzas que promovemos. Si decimos valorar la solidaridad, debemos actuar solidariamente. Si promovemos la justicia, debemos ser justos en nuestras acciones.

La crítica a los “maestros de la Ley” es especialmente relevante para aquellos que tienen roles de liderazgo o enseñanza. No podemos quedarnos con “la llave del saber” y no compartirla. No podemos cerrar el paso a aquellos que buscan aprender y crecer. Nuestro papel no es ser guardianes de un conocimiento exclusivo, sino facilitadores del crecimiento espiritual y personal de otros.

El acoso que sufre el Señor al final de la lectura nos recuerda que vivir con autenticidad y coherencia no siempre es fácil. Puede haber resistencia, críticas y desafíos. Pero es precisamente en esos momentos cuando nuestra autenticidad se pone a prueba. ¿Nos quedamos firmes en nuestras convicciones o cedemos ante la presión?

Finalmente, esta lectura nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con el pasado. No podemos cambiar lo que hicieron nuestros antepasados, pero sí podemos elegir cómo vivimos en el presente. No se trata de construir mausoleos o monumentos, sino de vivir de manera que honremos la memoria de aquellos que vinieron antes que nosotros.

En resumen, la lectura nos llama a ser auténticos, coherentes y a vivir conforme a nuestras convicciones, tanto en nuestra vida diaria como en nuestro trabajo en la parroquia y en los movimientos apostólicos. Nos invita a ser verdaderos testigos de lo que creemos y a no quedarnos en las apariencias.